“Nuestras palabras tienen el poder de influenciar; las de Dios, el poder para salvar.”

La palabra de Dios dice, “los que ESPERAN en el Señor tendrán nuevas fuerzas”. ¡Espere usted en el Señor y Dios le va a dar a usted nuevas fuerzas! ¡No se canse! Dice la palabra que “los que esperan en el Señor volarán como águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Cash Luna: Por Dios y por alguien

Cash Luna: Por Dios y por alguien 

  1 Samuel 17:41-51 relata cómo Goliat amenazaba al ejército de Israel y a David a quien decía: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Pero David le respondía con palabras similares: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. Luego David lo venció con una piedra que tiró con la honda, para luego tomar la espada de Goliat y cortarle la cabeza. Entonces, los filisteos huyeron.
Esta historia tiene muchas enseñanzas, incluyendo el consejo de sacar siempre una lección de cada experiencia de vida. La victoria y la derrota nos hacen crecer. David lo hizo notar cuando dijo que todos aprenderían que la victoria es del Señor, con o sin espada.
Lo primero que debemos descubrir es que la pelea no es con armas y violencia porque es espiritual.  En ese pasaje, no significa que fuera malo luchar con armas porque Dios tenía Su ejército y de hecho, David utilizó una espada, la del mismo Goliat, para rematarlo. Lo que debemos comprender es que la lucha es de palabras y fe. Diariamente nos enfrentamos a una batalla ante lo que escuchamos y hablamos. Lo malo se nos presenta tan grande como Goliat y tenemos dos opciones, usar nuestra fe para huir o para dar la cara porque estamos seguros que por su gran tamaño, no fallaremos  y derrotaremos la amenaza.  Justamente eso fue lo que sucedió, el ejército decía: “Siendo tan grande nos va a ganar”, mientras David decía: “Siendo tan grande no voy a fallar”.
Palabras poderosas
David ganó la batalla con las mismas palabras de temor que Goliat utilizó durante cuarenta días para infundir miedo en el pueblo de Israel.  Era imposible que un ejército no venciera a un solo hombre, por grande que fuera, como era imposible que ese hombre solo venciera a todo un ejército. Así que se libró una batalla de amenazas y Goliat estaba ganando por su insistencia.  La victoria depende de nuestra fe, tenacidad y la percepción que tengamos del enemigo.  Muchas veces somos como ese ejército que se dejó engañar por las mentiras del gigante, percibimos equivocadamente la dimensión del problema  y nos dejamos vencer sin luchar. Aprende a percibir y concluir algo desde la perspectiva de la fe que te ha dado el Señor, de esa forma, no te rendirás.
El diablo dice tantas veces: “te destruiré” porque quiere convencerte, pero realmente no puede hacerlo. Si pudiera, actuaría y no diría nada. El fracaso y la enfermedad te atacan porque te dejas convencer, por el contrario, si tienes la certeza de que eres un vencedor, ningún gigante tendrá poder sobre ti.   Cuando te sientas atacado por un mal pensamiento, lucha contra él, convencido de que lo negativo no sucederá.  Al enemigo no se le vence con piedras, jabalina o ejércitos, sino con palabras y pensamientos de victoria.  David escuchaba las amenazas de Goliat y se las devolvía tres veces más fuertes.  Atrévete a  amenazar al enemigo  y verás que Dios es quien gana la batalla por ti.  
Ver y escuchar lo bueno
1 Samuel 17:24 explica: Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor.
Lo que escuchamos y vemos cambia nuestra percepción de la realidad, influencia lo que decidimos, decimos y hacemos.  Los israelitas escuchaban un discurso de maldad contra ellos y terminaron por creerlo. La situación del mundo ha sido difícil. Especialmente en nuestro país Guatemala donde hemos afrontado una crisis muy fuerte, pero en Casa de Dios estamos construyendo un templo para el Señor porque nos dejamos influencia por Su promesa y no por lo que vemos. Guatemala y las naciones son de Cristo y necesitamos un lugar muy grande para recibir a esas multitudes que se acercarán a Sus pies. Ante una misma situación, unos deciden ver fracaso y otros, oportunidades. Tú decides lo que ves, no decidas ver lo malo y retroceder, atrévete a ver las promesas y avanzar.  Bendito Dios que está con nosotros y nos permite hacerlo.  
 Hacer el bien por Dios y por alguien más
1 Samuel  17: 25-27 cuenta lo que ofrecieron a quien venciera a Goliat: Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.
David no se sintió motivado a luchar por las riquezas porque él las podía conseguir con su capacidad y esfuerzo. Tampoco lo motivó la idea de recibir a la hija del rey, aunque seguramente era muy guapa, porque él también era de hermoso parecer y valiente, así que podía conseguir a la mujer que quisiera. Lo que realmente le motivó fue el beneficio que podía dar a su padre al lograr que le exoneraran los impuestos. Eso era lo único que solamente podía conseguir a través del rey, todo lo demás podía obtenerlo con sus propias fuerzas.
Entonces, pidió que le repitieran esas promesas para estar seguro y animarse a la batalla.  Muchas veces actuamos de la misma forma porque desde niños nos programaron para creer rápidamente en lo malo y dudar de lo bueno. No sé porqué somos así, probablemente el sistema educativo de la familia y la sociedad nos condicionan o somos pesimistas por naturaleza, pero debemos vencer esa actitud negativa.  Si alguien te llama para decirte que tengas cuidado porque te pueden secuestrar, pronto tomas precauciones, pero si alguien te dice que te alegres porque seguramente te aumentarán el sueldo, dudas y desconfías.  Las malas noticias se saben más rápido que las buenas.  En el mundo de la publicidad, muchas marcas de prestigio se han perdido por rumores, sin importar cuántos buenos testimonios existan.
Quienes desean algo por beneficio propio, difícilmente lo logran, pero quienes desean beneficiar a otros, alcanzan el éxito. Hacer algo solamente por ti, no es suficiente motivación. Por el contrario, las fuerzas nunca se agotan cuando el deseo de actuar se sustenta en el amor a Dios y el beneficio de muchos. David se levantó a vencer a Goliat por amor a su padre porque sabía el mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre y te irá bien, serás de larga vida sobre la tierra”. Nadie que tenga algo contra sus padres podrá ser un digno conquistador.  Debes honrar a tus padres sin importar lo que hagan o cómo te hayan educado. David honró a su padre y fue fiel aunque se decía hijo de pecado, fue el único hermano al que no escogieron para formar parte del ejército y lo tenían trabajando como pastor. El amor que tuvo por su padre lo promovió y lo convirtió en rey.
1 Samuel 17: 33-35 explica la honra de David hacia su padre: Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.
Su motivación para pelear con bestias era salvar lo que pertenecía a su casa. No dijo: “estoy cuidando mi herencia”. Cuidaba los intereses de su padre, no los suyos. Jesús también dijo: “En los negocios de Mi Padre me conviene estar”.  Todo sería mucho mejor si actuáramos por amor a los padres y aprendiéramos a honrarlos. Mi madre me decía: “Estudia y esfuérzate porque tú serás el beneficiado”. Pero yo nunca me lo creí y me gradué de la universidad por ella, para honrar su esfuerzo y sacrificio.
Los grandes libertadores y líderes del mundo lucharon por un ideal porque deseaban beneficiar a muchos. Quienes pelearon contra el racismo tenían la visión de lograr una sociedad más justa y solidaria. Muchos empresarios han alcanzado el éxito y la fortuna al innovar o descubrir algo que ayuda a millones. Los grandes hombres de la historia no han pensado en el beneficio propio, sino en el de los demás.
Cuando el pueblo de Israel peleó contra los madianitas, su grito de guerra fue: “Por Jehová y por Gedeón”. Lucharon pensando en la victoria para Dios y para su líder. Ruth le respondió a su suegra Nohemí: “No me insistas más porque vive Jehová que no te dejaré, tu Dios será mi Dios, tu pueblo  el mío. Donde vayas, yo iré, donde mueras, moriré. Vive Jehová y aún me añada que sólo la muerte nos podrá separar”. Ella actuó correctamente para honrar a Dios y a Nohemí que la necesitaba.  Actúa siempre pensando en las personas que se beneficiarán con tu buen proceder. Aprende a  vivir honrando a Dios y a otros.  No finjas espiritualidad diciendo que vives sólo para Dios porque Él te pide que lo demuestres entregándote a tu prójimo. Jesús decía: “Por amor a vosotros me santifico”.   Yo soy pastor por Dios y por mi congregación. Vivo en santidad porque amo al Señor y a mis ovejas que confían en mí. Lo mismo espero de todos ellos porque somos un pueblo y tenemos mutua responsabilidad. Si mi objetivo fuera otro, me dedicaría a dar charlas motivacionales  y me pagarían muy bien por hacerlo. Mi familia y yo llevamos una vida dedicada al servicio porque tenemos fe en el mandato del Señor.  En Casa de Dios buscamos la excelencia por amor a Dios, a nuestro país y la congregación. 
Pablo le dijo a Timoteo: “Aviva el don de Dios que está en ti que te fue dado por la imposición de mis manos. No te avergüences de Jesús ni de mí”.  Con estas palabras le recordaba que él le había dado lo que tenía en su interior y debía compartirlo.  Siempre busca hacer las cosas por Dios y por alguien más.  Solamente el amor compartido es capaz de dar frutos que beneficien a muchos.

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